El investigador del CIUP, Carlos Casas, analiza el panorama político a un año de gobierno del presidente Pedro Castillo.
Como el mal traducido título de la obra original de Shakespeare al castellano tenemos que en nuestro país siempre hay una combinación de tragedia y comedia a la cual estamos acostumbrados. Hemos pasado por crisis fortísimas y épocas prósperas a lo largo de nuestra historia. La corrupción no es algo nuevo (lean el libro de Alfonso Quiroz que ilustra este defecto que viene desde la colonia), debemos sin duda luchar por eliminarla o disminuirla a su mínima expresión.
Como en la obra de Shakespeare, hemos asistido este último año a una serie de situaciones en donde el ruido ha sido demasiado. Tanto es así que la mayoría de ‘opinólogos’ lo vienen repitiendo hasta la saciedad. Y no se equivocan, lo que vemos es un panorama enrarecido en la esfera económica desde el principio del gobierno. Los anuncios de deseos de cambios, porque no eran más que eso, generaron un efecto muy fuerte entre los agentes económicos que estaban en un estado de pánico comprensible pero exagerado. De esa manera se estima que salieron del país entre US$ 12,000 y US$ 15,000 millones, lo que provocó una caída de la moneda peruana y que el dólar alcance niveles sin precedentes, en un contexto donde la moneda norteamericana venía recobrando valor ocasionado por el cambio de comportamiento de la Reserva Federal.
En este sentido, iniciamos un proceso de incertidumbre a nivel mundial por la subida de precios de combustibles y alimentos, fortalecimiento del dólar y desaceleración de la economía mundial. Sobre eso llegó un gobierno que no tenía las ideas claras y que repetía frases efectistas, pero con poca sustancia que atizaban los temores ya presentes en las empresas y los consumidores. En suma, tras cuernos, palos.
Los anuncios de una nueva Constitución, nacionalización de empresas extractivas, pero a la vez mensajes de apoyo a la inversión privada y crecimiento económico fueron contradictorios. Ante esto los agentes económicos decidieron dejar en suspenso decisiones de inversión y consumo duradero. Eso ha ralentizado la economía y ha generado un ambiente de equilibrio ineficiente en donde la economía está creciendo poco. Y seguirá así si no hay un cambio de mensajes más claros y cesa la incertidumbre.
No somos científicos políticos así que la forma como se solucione la incertidumbre escapa a nuestro dominio. Todos tienen muchas ideas y hay varios caminos, pero lo cierto es que es necesario acabar con el ambiente de mucho ruido (mensajes contradictorios y carentes de sustento) y pocas nueces (muy pocas normas que hayan alterado el entorno económico más allá del nombramiento de ministros y funcionarios con casi nada de experiencia en muchos sectores). Las reglas siguen siendo casi las mismas pero muy pocos confían en que estas se mantendrán. Ello, aunque no se vea en el panorama el impulso político para poder hacer los cambios que se plantean esporádicamente. El deterioro del apoyo político y el comportamiento del Congreso en contra de cualquier medida de dicho tipo creemos que imposibilita cualquier cambio. La rotación de ministros tampoco es una buena señal porque muchos funcionarios se cansan de esta inestabilidad y están abandonando el sector público con pena y sin gloria. Por ello, es necesario que el gobierno opte por dar señales claras de que no habrá cambios. De lo contrario, si seguimos así, tendremos un crecimiento magro rozando en algunos momentos la recesión hasta el año 2026.
Resumir en términos económicos un año de gobierno en una inflación de 8.8% en los últimos 12 meses, una depreciación de la moneda de 3% con respecto a junio del año pasado y una caída del PBI de 1.2% desde la misma fecha es un simplismo porque debemos centrarnos en los detalles cualitativos, que han sido bastantes. Además, podríamos decir que estas cifras no son del todo responsabilidad exclusiva del gobierno porque hay factores internos que afectan. Lo deseable hubiera sido contrarrestar estos vientos en contra con política económica interna pero aún el mejor Banco Central y Ministerio de Hacienda del mundo no pueden hacer nada si las expectativas se afectan por anuncios de carácter político que no tienen mucho sustento y sustancia. En resumen: mucho ruido y pocas nueces.
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