Política económica Crisis económicas

Balance 2021 y perspectivas 2022, por Carlos Parodi

24 noviembre, 2021

Columna de opinión del investigador Carlos Parodi para el Espacio de Reflexión del boletín Punto de Equilibrio n°20.

El siguiente artículo se realiza a título personal y no refleja necesariamente la opinión institucional de la Universidad del Pacífico.

2021 nos deja más sombras que luces. En lo positivo, podemos incluir la aceleración del proceso de vacunación y la ratificación de Julio Velarde al mando del banco central. No obstante, el año deja más pasivos. Reconozcamos que la tarea era difícil: la pandemia más la turbulencia política de 2020, dejaban a una población frustrada, que cifraba sus esperanzas en las elecciones de 2021. Así las cosas, el margen de error del nuevo presidente, era mínimo. ¿Estuvo a la altura de las circunstancias, tomando en cuenta que las acciones de 2021 condicionarían 2022?

Para comenzar, se espera la economía cierre 2021 con un crecimiento que bordeará el 10%; sin embargo, hay un elemento de rebote estadístico, pues en 2020 la economía peruana experimentó una caída de 11.1%. Segundo, la inflación debe cerrar 2021 en 6%, aproximadamente, por encima del rango meta del Banco Central, que es de 2% +/-1%. Tercero, el déficit fiscal debe ubicarse en 4.7% del PBI, menor que el 8.9% de 2020. La razón está relacionada con el mismo crecimiento que eleva la recaudación tributaria.

El problema es 2022. La economía no funciona en un vacío, sino que interactúa con otras dimensiones del entorno, como, por ejemplo, la política y el desempeño de la economía mundial. En el campo político, el 28 de julio asumió Pedro Castillo como presidente del país. Más allá de ideologías, las contradicciones entre los propios miembros del ejecutivo, los mensajes diferentes dependiendo del público al cual se dirige, el nombramiento de funcionarios cuestionados en cargos de alto nivel y la falta de un rumbo claro de la orientación general del gobierno, han creado un ambiente poco propicio para el despegue de la inversión privada.

Toda economía tiene cuatro motores: consumo privado, gasto público, inversión privada y exportaciones. La evidencia empírica mundial muestra que las economías que brindan bienestar a todos sus ciudadanos, tienen en común una serie de aspectos. Primero, buenas instituciones, entendidas, sea como organizaciones o como las reglas de juego. Segundo, altos niveles de cohesión social y como consecuencia, baja conflictividad y polarización. Tercero, señales claras desde la presidencia del país sobre el rumbo futuro. Cuarto, meritocracia y no llegada a cargos por conexiones con los funcionarios de turno. Quinto, bajos niveles de evasión y elusión tributaria y bajos porcentajes de informalidad.

De hecho, Perú no cumple con esos criterios. Sería un error pedir que un gobierno los solucione en seis meses, pero por lo menos, que no se retroceda. Las idas y venidas dañan las expectativas de los agentes económicos, que, deciden postergar sus decisiones de consumo e inversión y con ello la recuperación económica.

La economía necesita recuperarse para elevar el empleo adecuado. Y ello pasa por elevar la inversión privada, que incluye a la pequeña y a la grande, pues el empleo no se crea por decreto. La mayor inversión eleva el empleo y con ello los ingresos y el gasto. Este último aumenta el PBI y de esta manera, la recaudación tributaria y el empleo y así sucesivamente.

El Banco Central proyecta un crecimiento de la inversión privada, que representa el 80% de la inversión total en el Perú, de 0% para 2022. En esas condiciones, el crecimiento sería menor que 3% en 2022, insuficiente para atender las necesidades de empleo.

II

Uno de los temas más debatidos en 2021 y que condicionarán 2022 es el planteamiento de una reforma tributaria. Al respecto conviene mencionar lo siguiente. Todos estamos de acuerdo con la necesidad de aumentar la recaudación tributaria. Basta un dato: de acuerdo con la OCDE, en 2019, la presión tributaria, definida como el porcentaje del PBI que es recaudado por el gobierno fue de 16.6% en Perú. El promedio de América Latina fue de 22.3% y el de los países de la OCDE, 33.6%. Ante esto, se propone una reforma tributaria; sin entrar en detalles técnicos, van algunas ideas generales.

Primero, la mejor y más rápida forma de recaudar más es a través de un mayor crecimiento económico. Cuando una economía crece, aumentan los ingresos de las personas y las utilidades de las empresas; en consecuencia, sin alterar ninguna tasa, se eleva la recaudación. Por lo tanto, subir los impuestos en un contexto de un 2021 que recién se acerca a los niveles pre pandemia, después de un 2020 muy complicado, es una mala idea, pues frenará una economía que recién comienza a levantar. Crecer y recaudar y no al revés.

Segundo, la reforma debe atacar la informalidad, la evasión y la elusión. Sin esos elementos, no es una reforma. Todos aquellos que reciban un ingreso mayor que cierto umbral, deben pagar. Todos. En el Perú, la informalidad alcanza a más de siete trabajadores de cada diez y una de cada dos empresas. Ningún país es viable así. Tampoco lo es un país con los niveles de evasión y de elusión que tiene Perú.

Tercero, los cambios tributarios, no solo deben aumentar la recaudación, sino que tienen que estar acompañados de una mejora en la gestión del gasto del gobierno, de modo que los nuevos ingresos se reflejen en inversión en los más vulnerables. Si el gobierno sigue gastando igual, con la misma ineficiencia y corrupción, de nada servirá recaudar más dinero. Por eso, las reformas aisladas no logran los objetivos deseados.

Cuarto, la clave es retomar el crecimiento. Las proyecciones para 2022, como se ha mencionado, apuntan a un crecimiento menor que 3%. La razón es que la inversión privada o crecerá 0% o caerá. ¿Cómo se puede recaudar más en un contexto así? La respuesta es simple: no se puede. Por mucho que los fanáticos digan que sí.

Quinto, el gobierno requiere antes aumentar su credibilidad. Eso solo se logra con menos contradicciones, más consistencia, liderazgo del presidente y nombramientos adecuados. ¿Quién puede pagar más impuestos si no cree en quienes gastarán el dinero?

Esto no quita que sea urgente combatir la evasión de todas las empresas y personas que no tributan, debiendo hacerlo. Aquí no se trata de favorecer a nadie. En economía, muchas veces lo que suena bien y genera aplausos de la población, al final termina haciendo más daño. Existen innumerables ejemplos. Aumentar las tasas impositivas sin que venga acompañado de un crecimiento sostenido, es un ejemplo.

III

Otro tema que ha dominado el debate público desde los tiempos de pandemia y que, en gran parte, explican al triunfo de Castillo en las elecciones presidenciales de 2021 es el rechazo al mercado y al sector privado. La pregunta es si tiene sentido, dadas las implicancias para 2022.

Existen dos posturas respecto del rechazo al mercado. La primera es que no le ha servido a la mayoría de ciudadanos y como consecuencia ha beneficiado a unos pocos. Entonces la solución es el Estado. La segunda es que no se han hecho las reformas necesarias para lograr un crecimiento inclusivo. En paralelo, muchos se dejan llevar por posiciones muy simplistas sin hacer el menor análisis, pues no contrastan con los datos. Son fanáticos.

El problema es que cada uno juega con las estadísticas como quiere para mostrar un respaldo sólido a su posición y la discusión se convierte en un diálogo de sordos en el que nadie gana. Así aparecen los que prometen cualquier cosa para convencer a la ciudadanía de tal o cual posición. Luego, dado el clima de intolerancia, comienzan los insultos y los adjetivos que descalifican a las personas. No tenemos un debate de ideas.

Primero, la realidad es compleja. Recetas simples no sirven, ni tampoco los iluminados que creen saber qué hacer. Perder la humildad y querer imponer un punto de vista son símbolos claros de intolerancia.

Segundo, la realidad tiene distintas dimensiones que varían de país a país. El éxito (o fracaso) de las medidas que se toman en economía dependen mucho del entorno político, institucional, histórico, externo, etc. Lo que funciona en un lugar puede no funcionar en otro. No copiar, aunque sí adaptar. Ejemplo: ¿de qué sirve que exista una norma que impide cruzar cuando el semáforo está en rojo si pocos la cumplen y quienes la incumplen no reciben ninguna sanción? Si el Estado no es capaz de proveer educación básica de calidad, ¿por qué podría cumplir otras funciones? Si el mercado está lleno de mercantilistas (aquellos que consiguen sus objetivos gracias a sus conexiones y no sus méritos), ¿cómo podría funcionar para todos?

Tercero, ¿por qué no nos dedicamos a ver qué es lo que funciona y qué es lo que no funciona y luego pensamos cómo hacer la adaptación al Perú? Desde hace décadas que creemos en tal o cual postulante a un cargo público solo para desilusionarnos poco después. Tanto la izquierda como la derecha ya deberían haber entendido esto.

Cuarto, las soluciones extremas no funcionan ni aquí ni en ningún lugar. Se requiere tanto del mercado como del estado. Los países económica y socialmente exitosos combinan a ambos. Toda la evidencia empírica va en ese sentido. Por lo tanto, se necesitan dos cosas: por un lado, evitar el mercantilismo para que el mercado funcione para todos en igualdad de condiciones; por otro, que el Estado tenga la capacidad de gestión para poder ofrecer servicios básicos de calidad para todos. Mientras las dos características descritas no se cumplan, pueden discutir los aciertos y errores de la derecha y la izquierda, pero no lograrán nada; solo practicarán el deporte nacional de descalificar a aquella persona que piensa distinto.

Cualquier modelo económico requiere del Estado y del mercado; la diferencia es la mezcla: cuánto de uno y cuánto del otro, pero, los dos tienen que funcionar. Si uno no lo hace, no es posible hablar de modelo, como se habla con ligereza en estos tiempos de crisis. Los extremos no funcionan.

Me parece que hay factores que subyacen a la discusión de mercado versus estado que, como sociedad, no estamos viendo. El conocido politólogo estadounidense, Francis Fukuyama, sostiene que existen tres diferencias entre los países que logran extender el bienestar a todos los ciudadanos. En primer lugar, la existencia o ausencia de capital social o confianza. Los ciudadanos deben escuchar, creer y seguir las indicaciones del Estado. Esa confianza se llama capital social. Nos falta creer no solo en el Estado, sino en que, si ponemos un negocio con otra persona, no nos van a engañar. Y la desconfianza existe porque creímos y nos fallaron. Por lo tanto, la primera tarea es recuperar la credibilidad, algo que solo se logra con resultados.

En segundo lugar, la capacidad estatal de cubrir las necesidades básicas de aquellos que lo necesiten. No solo poder hacerlo, sino lograrlo con rapidez. Y esto se asocia con la colaboración estrecha entre el sector público y el privado, que son complementarios y no sustitutos. En tercer lugar, un liderazgo efectivo a nivel nacional, regional y local. ¿Se cumplen las tres condiciones en el Perú?

Países en los que existe un estado disfuncional, sociedades polarizadas y pobre liderazgo enfrentan severas dificultades para contener los contagios. Muchos, como el gobierno, piensan que llegó la hora del Estado intervencionista. De ahí sus ideas, como por ejemplo la nacionalización del gas de Camisea. Otros en cambio, creen que hay que mejorar la estrategia basada en el mercado. Creo que la respuesta está lejos de ahí. Antes hay que enfrentar las tres dificultades descritas; de lo contrario solo serán cambios cosméticos, que luego de un tiempo, girarán el péndulo otra vez.

El mercado genera riqueza, pero no logra una distribución que necesariamente sea la más justa. Entonces, a través del pago de impuestos, el mercado le entrega el dinero al estado para que éste último se encargue de las tareas redistributivas. La inversión estatal en educación, salud, seguridad ciudadana, entre otros campos, son fundamentales para que se logre una sociedad con igualdad de oportunidades. Por eso se requiere de ambos.

2022 será un año difícil porque no se observan señales que lleven a una reducción de la incertidumbre; sin ninguna duda será un año en el que la política determinará la economía. El gran reto del presidente será recuperar la credibilidad perdida. A partir de ahí, aumentarán la inversión y el consumo y con ellos, la producción, el empleo y la recaudación tributaria.

Lee el boletín Punto de Equilibrio n°20: Los pasivos que deja el 2021.

*Foto: Andina

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