Columna de opinión del investigador CIUP, Alonso Villarán, redactada para el boletín Punto de Equilibrio n°45: 2024, un año para la recuperación.
Se dice que el filósofo no vive en el mundo real, sino en el de las ideas. Se dice también que sus ideas no sirven. En la medida que no sirven, esas ideas son prescindibles. La filosofía misma es prescindible. El filósofo, por extensión, también.
El hecho es que, así como el objeto de estudio del médico es la salud, y el del abogado la ley, el objeto de estudio del filósofo es la realidad misma. Filósofo que pierda de vista la realidad, se perderá en todo sentido, no solo en lo profesional.
Pero no sólo el filósofo: todos nos perdemos y, por ende, perdemos, cuando perdemos contacto con la realidad. Peor aún si no solo perdemos contacto, sino que nos rebelamos contra ella. Es decir, si hacemos algo inmoral.
Acá un axioma (enunciado tan evidente que no requiere demostración): detrás de todo acto inmoral, hay un atentado contra la realidad. La ética y la sabiduría, en cambio, pasa por prestar atención y asociarnos con la realidad. Consideremos los siguientes ejemplos.
El asesino atenta contra la realidad: actúa como si la vida humana no tuviera valor. Pero tiene valor. El padre ausente atenta contra la realidad: pretende que no es padre. Pero es el padre. El ladrón atenta contra la realidad: actúa como propietario de lo robado. Pero no es el propietario. El funcionario corrupto atenta contra la realidad: finge hacer bien su trabajo. Pero no ha hecho su trabajo. El tirano atenta contra la realidad: niega la libertad de las personas. Pero las personas son libres por naturaleza. Etcétera.
Añadamos otro axioma: la realidad es más grande que uno. Según esto, no habría una sola instancia en la que, habiéndo atentado contra la realidad, una persona se hubiera impuesto sobre la misma. Nadie se sale con la suya.
Pensemos en un empresario que miente sobre el material con el que ha construído el edificio. ¿Ha cambiado la realidad? No. Tarde o temprano, esta se impondrá y quizá de la manera más trágica. El empresario lo sabe y vive con esa culpa y temor. Solo con eso ya le salió caro.
Hay casos en los que parece que la persona se salió con la suya. El sanguinario tirano Stalin parece que lo hizo: murió por causas naturales y recibió un funeral con grandes honores (días de luto nacional y la visita de cientos de miles de personas).
Pero decir que Stalin se salió con la suya implica decir que se impuso a la realidad, y ya vimos que nadie es más grande que ella. Según esto, la aparente impunidad de la que gozó Stalin es eso, aparente. De alguna forma la pagó (siendo Stalin, para comenzar).
Es cierto: la esperanza por la justicia depende de axiomas, es decir, de ideas. Quizá después de todo sea cierto que el filósofo vive en el mundo de las ideas. Pero también es cierto que no hay nada más real y útil que una buena idea. Y que el buen filósofo “es realidad”.
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