Artículo de opinión de María Amparo Cruz Saco Oyague, investigadora del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP). Este texto fue escrito para el Punto de Equilibrio n°57.
La necesaria transición verde y las energías requeridas para el crecimiento económico enfatizan el abandono urgente de la energía fósil. Entre las fuentes de energía renovables, el Perú cuenta con potencial para desarrollar energía solar y eólica que podrían apoyar la transición y la gradual sustitución de la combustión de petróleo y gas.
Al mismo tiempo, la rápida adopción de la Inteligencia Artificial (IA) que eleva la productividad y la competitividad en actividades como agricultura, banca y finanzas, comercio, educación, industria, salud, transporte, entre otras, utiliza minerales críticos, una gran cantidad de energía, infraestructura de transmisión y una oferta importante de agua.
Afortunadamente, contamos con minerales críticos como litio y somos exportadores principales de cobre, oro y plata. Sin embargo, en la actualidad, la red pública del servicio de energía eléctrica cubre sólo al 50% de la población nacional y el agua es un recurso escaso, en particular, en algunas regiones.
De seguir una estrategia de desarrollo que priorice el uso de energías renovables y la adopción de IA, la economía peruana podría movilizar su potencial y recursos de inversión para enrumbar su crecimiento hacia mayor productividad y menores emisiones de carbono.
Al respecto, si bien las emisiones del Perú sólo representan aproximadamente 0.15% del total (China emite la tercera parte y EEUU, 14%), la exposición a riesgos por desastres naturales es elevada (posición 45 en 180 países; Chirinos, Dic2021, p.64).
La combinación de una transición verde con el apoyo de la IA son oportunidades altamente deseadas y hasta podrían ser viables. ¿Cuáles son las restricciones más importantes para iniciar este proceso de manera sistemática?
En primer lugar, contar con el liderazgo de un gobierno informado y transformador para asegurar alianzas estratégicas entre la inversión pública y la privada en la misión de construir la infraestructura y servicios requeridos.
En segundo lugar, crear el espacio fiscal para que el gobierno tenga la capacidad de invertir.
En tercer lugar, los riesgos globales analizados por el Foro Económico Mundial (2025) y las amenazas identificadas por Nouriel Roubini (2022, Megathreats) y por Mayo (2024) alertan sobre la confluencia de serias amenazas globales que generan pesimismo.
Este último se plasma en las palabras de cautela sobre la proyección de crecimiento mundial del FMI (Enero 2025, Global Economic Outlook). Y finalmente, superar los problemas de desarrollo más importantes, en una larga lista, que frenan el progreso en el Perú.
A partir del 2026, el contexto internacional del gobierno peruano se caracterizará por la posible continuación de “policrisis” que van desde el enfrentamiento militar geo-político, la des-globalización, la desinformación y el espionaje cibernético, hasta el rápido envejecimiento, el cambio climático y otra eventual pandemia.
Cada uno de estos eventos impactarán los precios de las exportaciones peruanas, la estabilidad de los mercados, el transporte internacional, el acceso a financiamiento externo o la necesaria inversión en mitigar un posible desastre natural.
Las guerras comerciales complicarán el panorama. Ante ello, se reconsiderarán las alianzas regionales al interior del hemisferio oeste o entre países de América Latina y países del Asia. A modo de ejemplo, al Perú le convendrá importar buses y vehículos eléctricos, así como IA más barata de su principal socio comercial, China.
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