En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, conversamos con la investigadora CIUP, Mariela Noles Cotito, sobre las manifestaciones del racismo en Latinoamérica y las medidas necesarias para enfrentarlo y erradicarlo.
¿Cuáles son las principales formas en las que se manifiesta el racismo en Latinoamérica?
Hablar de racismo en América Latina requiere una contextualización histórica. Las dinámicas racistas en esta región del mundo encuentran su origen en la época colonial, donde el constructo social “raza” fue empleado para categorizar asimétricamente a las personas y, así, mantener el control sobre los grupos colonizados.
Cuando los territorios colonizados se volvieron repúblicas, esta categorización persistió adoptando formas más encubiertas, pero igual de peligrosas. En los discursos oficiales sobre los proyectos de nación, por ejemplo, prevalecían -y prevalecen- narrativas sobre el mestizaje y excepcionalismo racial. Esto es, las ideas de que el racismo en esta región del mundo es un imposible porque todos somos mestizos, o que no hay racismo porque no tenemos diferencias raciales. Además, que el racismo “verdadero” sigue el modelo de segregación racial legal como el encontrado en los años 50/60 en los Estados Unidos o el régimen del Apartheid en Sudáfrica.
En el cotidiano, sin embargo, en la mayoría de países de América Latina, y obviamente, el Perú, la distinción asimétrica sobre la base del color de piel o identidad racial percibida persiste. De hecho, la invisibilización de los grupos étnico-raciales y las exclusiones que soportan es precisamente uno de los factores que causan que el racismo permanezca: negar que un problema exista no hace que desaparezca, por el contrario, garantiza que continúe vivo, en tanto libera de responsabilidad a quienes lo perpetúan.
Aún hoy, existen estructuras sociales, políticas y económicas que se esconden detrás de esas narrativas oficiales, arraigadas en ese pasado colonial, y que condicionan que quienes son atravesados por identidades étnico-raciales no hegemónicas continúen siendo pensados como ciudadanos de segunda categoría. Esto tiene por efecto que tengan un reconocimiento jurídico-político inexistente o limitado, y que enfrenten barreras para acceder y gozar de todos sus derechos humanos en condiciones de igualdad.
¿Qué rol juegan los medios de comunicación en la reproducción y perpetuación del racismo en Latinoamérica?
Los medios de comunicación desempeñan un rol clave en la perpetuación del sistema de creencias en el que se sostienen las estructuras racistas, en tanto se alimentan de y, al mismo tiempo, refuerzan el racismo prevalente en el imaginario colectivo.
Por un lado, suelen no representar o visibilizar a grupos étnico-raciales históricamente excluidos; pero cuando lo hacen, es a través de discursos e imágenes construidos sobre la base de estereotipos y prejuicios. Por otro lado, las barreras estructurales que enfrentan estos grupos les impiden acceder a los recursos y oportunidades para representarse a sí mismos, así como para construir y difundir sus propias narrativas, en sus propios términos.
El gran resultado es la falta de referentes positivos para la niñez y juventudes de estos grupos, que les permita imaginar mejores futuros; la perpetuación y reforzamientos de narrativas sobre-reductivas respecto de estos grupos; y la imposibilidad para que el imaginario colectivo (la sociedad en general) les reimagine en otros espacios y desafíe las construcciones injustas que les encasillan, reforzando una vez más la idea de que ciertas personas corresponden “solo” en ciertos espacios.
¿Cómo se relaciona el racismo en Latinoamérica con otras formas de discriminación?
Las categorías de género, raza y clase son elementos estructurantes de las sociedades latinoamericanas, que se alimentan entre sí de formas complejas. Es el reforzamiento de una a través de las otras lo que hace particularmente retador erradicarlas. El clasismo, por ejemplo, está fuertemente mediado por ideas racistas. El fenotipo de las personas es usualmente empleado como un criterio para categorizar socialmente a las personas. Al mismo tiempo, son las personas racializadas quienes a menudo encuentran barreras para acceder a derechos y oportunidades que posibiliten su movilidad social. Además, estas categorías no sólo se retroalimentan entre sí, sino que, cuando se interrelacionan, crean situaciones distintas de exclusión que son difíciles de medir, por sí mismas.
Me refiero a lo siguiente, podemos imaginar que una mujer adulta mayor amazónica que vive en un área rural y que tiene algún tipo de discapacidad estará en una situación más precarizada, respecto de un varón joven estudiante universitario en la ciudad de Lima; que, a su vez, estará en una mejor posición que un señor quechua hablante viviendo en el área sur andina urbana, y que puede ser homosexual. Si bien podemos identificar que un sujeto está en un mayor estado de vulnerabilidad o precarización, no nos es posible realmente dimensionar el nivel de esta precarización o cómo es posible medir una frente a otra.
¿Qué políticas públicas serían clave para erradicar el racismo en Latinoamérica y cómo podrían implementarse?
Hay algunas opciones de política pública que pueden implementarse en los diversos países de la región; algunos de los cuales ya están haciendo la tarea. Las más urgentes serían las siguientes tres:
- Promover la visibilidad estadística de los grupos étnico-raciales. Sin data precisa, y la identificación de sus necesidades colectivas y particularidades esenciales, no es posible diseñar políticas adecuadas que realmente puedan servir a estos grupos.
- Reconocimiento jurídico-político de su existencia y de sus derechos individuales y colectivos en los territorios latinoamericanos, así como de sus aportes para la construcción de los Estados de los cuales son parte.
- Reconocimiento no sólo de la discriminación racial, sino del racismo como un problema público que requiere un abordaje transversal y un enfoque no sólo reactivo, sino también preventivo; que incluya a toda la sociedad, además, no solo a las personas en los grupos afectados.
¿Cómo se puede fomentar una educación no racista en Latinoamérica y qué impacto tendría en la construcción de una sociedad más justa y equitativa?
La escuela es un espacio clave donde se invisibilizan las identidades étnico-raciales no hegemónicas y se refuerzan estereotipos y prejuicios racistas contra ellas. Algunas medidas de política pública clave para una educación antirracista serian:
- Modificar el currículo para incluir narrativas que visibilicen los aportes a la construcción de los Estados latinoamericanos y los desafíos para el acceso y disfrute de derechos de grupos étnico-raciales históricamente excluidos.
- Capacitar a los maestros y los demás servidores del sistema educativo en prácticas antirracistas, y pertinencia cultural.
- Combatir el acoso y bullying racista a través de medidas orientadas a la prevención y a la sanción efectiva de actos racistas en las escuelas, perpetuados no sólo por los compañeros de clase, sino por maestros y personal administrativo.
- Promover la investigación y divulgación académica sobre asuntos étnico-raciales desde miradas no estereotipadas y horizontales, que reconozcan a estos grupos como generadores de su propio conocimiento.
¿Qué rol juegan las organizaciones civiles en la lucha contra el racismo en Latinoamérica y qué estrategias han utilizado para generar conciencia y movilizar a la sociedad?
La promulgación de políticas antirracistas en Latinoamérica son resultado de las resistencias históricas y la incidencia política de organizaciones civiles, principalmente. Estas políticas no fueron simplemente decididas por los gobiernos, “desde arriba”, sino son el resultado de la articulación de esfuerzos de movimientos antirracistas de base, y su cooperación transnacional. Así, las organizaciones civiles indígenas, afrodescendientes y asiático-descendientes han desempeñado un rol clave visibilizando y denunciando el racismo sistémico en sus países, produciendo y difundiendo conocimiento sobre la realidad de exclusión que enfrentan, generando alianzas trasnacionales para posicionar su agenda de derechos a nivel regional y global, y construyendo espacios comunitarios seguros frente a la discriminación y las violencias racistas.
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