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La alta rotación en el Ministerio de Economía, por Carlos Casas

21 mayo, 2025

Artículo de opinión de Carlos Casas, investigador del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP). Este texto fue escrito para el Punto de Equilibrio n°59.

Desde 1821, han sucedido en el puesto de ministros de Economía y Finanzas (que es el último nombre que ha recibido este ministerio) 220 titulares, lo que nos da una duración promedio —en toda nuestra vida republicana— de 11.2 meses por ministro. Pero desde 1990 encontramos que la vida media de un ministro ha sido más de 13.6 meses.

 Mencionamos 1990 porque allí empezamos con la orientación económica que ha construido nuestra fortaleza macroeconómica. El trabajo continuo de estos ministros con sus altos y bajos permitieron mantener la estabilidad macro que tanto nos diferencia a nivel internacional. Con el Banco Central vemos que las diferencias son amplias, en donde tenemos un presidente y una administración que van durando cerca de 19 años y le ha dado fortaleza a la entidad.

Un Ministerio de Economía es más complejo porque el ministro debe ser una mezcla de técnico y político que sepa afrontar los problemas de la coyuntura, y que a la vez que debe ir pensando en reformas que mejoren la competitividad de la economía. Ese ímpetu se ha perdido desde hace ya unos 10 años en donde se dedicaron a administrar el supuesto “éxito” que habíamos tenido como país. Ergo, la noción es que manteniendo las mismas condiciones seguiríamos con el crecimiento.

La realidad nos ha demostrado que ello no es así. Las reformas se agotan y así como una empresa siempre tiene que estar pensando en la innovación o muere, el Estado también ha debido pensar en crear condiciones para que la economía mejore su productividad de manera sostenible. El sector privado muchas veces se opone a ciertas reformas porque cree que los va a afectar, y eso es cierto.

Aunque hay muchos cambios que producen problemas en el corto plazo, estos generan beneficios en el largo plazo. Pensemos en la apertura comercial, en la eliminación de subsidios ciegos o la firma de los tratados de libre comercio. Los mercados deben seguir mejorando la competencia y eliminar barreras de entrada y salida para que el proceso de crecimiento sea mucho más dinámico. En esos casos se necesita el liderazgo político y técnico de un ministro de economía.

El problema es que, con el contexto actual, la situación se ha complicado. La política cada vez interviene más en la economía y va aumentando las distorsiones cuando estas deberían reducirse. De ser un MEF que va al ataque para hacer goles, hemos pasado a un ministerio que se atrinchera en la defensa para evitar contraataques; y, a pesar de ello, el otro equipo va ganando, aunque todavía no por goleada. Necesitamos un cambio de estrategia.

Hemos tenido un ministro efímero con ideas nuevas de las cuales se podían discrepar pero que quería tomar la iniciativa. Esas cosas no gustaron y aquellos que perdían con los cambios lograron sacarlo del puesto porque el gobierno no cuenta con capital político. En lo que va de este gobierno ya vamos en 5 ministros de economía en 29 meses de gestión, lo que nos da una vida media de menos de 6 meses. Con ello, lo único que se genera es mayor ruido en la economía. La no continuidad de los ministros genera tres efectos perversos:

1) Ningún economista con mérito va a querer ser ministro y hay que recurrir a lo que hay.

2) La iniciativa que puede tener un ministro de economía se ve limitada no sólo externamente, sino internamente. Los funcionarios de mando medio saben que van a durar poco y ellos son los que mantienen las cosas funcionado. Ojo, debe seguir funcionando el sistema sanguíneo del Estado que es flujo de dinero y las cosas rutinarias, pero se ha perdido totalmente la capacidad de generar nuevas reformas.

3) El sector privado siente que no hay seriedad porque una vez que hablaron y establecieron vínculos con el ministro de economía, este puesto rota y hay que empezar todo de nuevo.

El serio problema es que para el siguiente período de gobierno el peligro de que este proceso continúe no es bajo. Por ello, debemos abogar por que se vuelva a retomar el liderazgo del MEF y avanzar con una serie de reformas que se necesitan para que los distintos mercados —de trabajo, financiero, de capitales, por mencionar algunos— mejoren su competencia y productividad. La oportunidad de entrar a la OECD era la excusa perfecta para impulsar nuevas reformas, pero cada vez estamos más lejos de poder avanzar en cosas palpables. El problema no es menor y se debe lograr consenso para que todo no se desmorone como un castillo de arena.

Continúa leyendo Punto de Equilibrio n° 59: El Perú que queremos: desafíos pendientes. Consulta aquí las ediciones pasadas de Punto de Equilibrio.

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