Aunque las democracias de Guatemala y Perú no están sucumbiendo ante un dictador todopoderoso, pasan por un quiebre democrático. Su régimen político no es idéntico, pero comparten una representación política degradada y fragmentada en un contexto de auge de actividades informales e ilegales que incentivan la voluntad de erosionar la capacidad regulatoria del Estado y de derruir la democracia. Guatemala ha constituido un “autoritarismo de coalición” y Perú se encuentra en esa senda.
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