Artículo de opinión de María Cecilia Urcia Erazo, investigadora del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP). Este texto fue escrito para el Punto de Equilibrio n°57.
La corrupción es un fenómeno que permea diversas esferas de la sociedad, y el ámbito universitario no es la excepción. Comprender los factores que influyen en las conductas corruptas de los estudiantes universitarios es esencial para desarrollar estrategias efectivas que promuevan la integridad académica. Los factores psicosociales -tanto societales como individuales- moldean las actitudes e intenciones hacia la corrupción en este grupo.
El entorno social en el que se desenvuelven los estudiantes desempeña un papel clave en la formación de sus percepciones sobre la corrupción. Por ejemplo, en contextos donde la corrupción es percibida como una práctica común o incluso aceptada, los estudiantes pueden desarrollar una mayor tolerancia hacia comportamientos corruptos. De modo que, la normalización de la corrupción en el entorno social puede llevar a que los estudiantes justifiquen o minimicen la gravedad de los actos corruptos, por considerarlos como parte del funcionamiento cotidiano.
Además del contexto social, si un estudiante percibe que la corrupción puede traerle beneficios personales sin consecuencias adversas, es más probable que desarrolle una actitud favorable hacia comportamientos corruptos. A estos juicios valorativos que tienen los individuos sobre la corrupción, se les denomina actitudes personales. Por otra parte, si un estudiante experimenta la sensación de control para evadir la detección o las sanciones, las inhibiciones para participar en actos corruptos se debilitan.
Este evento corresponde a la percepción de control, el cual se relaciona con la creencia del individuo sobre su capacidad para abstenerse de involucrarse o no en conductas corruptas. De igual forma, si un estudiante cree que su círculo cercano aprueba o no manifiesta un rechazo firme hacia la corrupción, es más probable que considere ser parte de tales prácticas. Lo cual se traduce como las normas subjetivas, estas incorporan la percepción de las expectativas de referentes como familiares, amigos o compañeros.
La confluencia entre factores societales e individuales genera un marco complejo que moldea la toma de decisiones de los estudiantes frente a la corrupción. La probabilidad de involucrarse en conductas corruptas se incrementa cuando convergen múltiples elementos de riesgo, a modo de ejemplo, un estudiante que opera en un entorno donde la corrupción es común y que, además, posee actitudes personales que la justifican, una elevada percepción de control y normas subjetivas que no condenan la corrupción. Frente a este panorama, las instituciones universitarias pueden hacer énfasis en la ética e integridad académica en el currículo, lo que podría influir sobre las actitudes de sus estudiantes hacia la corrupción.
El abordaje eficaz de la corrupción en el ámbito universitario requiere la implementación de estrategias que consideren los factores societales e individuales. A nivel societal, es necesario promover una cultura de integridad y transparencia, no solo dentro de las instituciones educativas, sino también en la sociedad en general. Esto puede involucrar campañas de concientización, políticas de tolerancia cero hacia la corrupción y la promoción de valores éticos desde una edad temprana.
A nivel individual, las universidades pueden desempeñar un papel fundamental al fomentar actitudes negativas hacia la corrupción y fortalecer las normas que desaprueban tales conductas. Con ese propósito, se podría incorporar cursos de ética y deontología profesional en cada etapa del currículo de la carrera, además de talleres sobre integridad académica y la creación de códigos de conducta claros y aplicables.
Resulta importante empoderar a los estudiantes para que asuman el control y la responsabilidad de sus acciones, ayudándoles a entender la magnitud real de las consecuencias de la corrupción sobre ellos y sobre la sociedad en conjunto. Solo a través de un enfoque integral y multifacético se podrá cultivar una cultura de honestidad y responsabilidad en las futuras generaciones de profesionales.
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