Artículo de opinión de María Ángela Prialé, investigadora del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP). Este texto fue escrito para el Punto de Equilibrio n°57.
La adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas significó un compromiso formal de los responsables políticos mundiales por lograr, en 2030, un mundo comprometido con el bienestar del entorno y de todas las personas. Las empresas más importantes del mundo se unieron a ese propósito, a través de la iniciativa del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, formulando compromisos públicos en sus informes y a través de sus estrategias de sostenibilidad.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo multiactor, según todos los indicios, los avances son demasiado lentos. Y no es que la empresa se haya desinteresado. Según un estudio del Pacto Mundial y Accenture realizado en 2023, el 98% de los CEO entrevistados señaló que la sostenibilidad es fundamental para su función. Otra señal, en un reporte del 2024 de KPMG, la mayoría de los CEO (93%) señaló que la sostenibilidad será esencial para el futuro éxito de sus empresas; incluso, una fuente de rentabilidad y crecimiento de ingresos.
¿Entonces, por qué el avance en los ODS no es el esperado? Esa pregunta es muy frecuente entre mis estudiantes de pregrado y postgrado. Más aún en una coyuntura en la que observamos la introducción de normas nacionales para asegurar una gestión sostenible “con evidencia”.
Mi lectura de esta realidad es que impulsar la transformación de la sostenibilidad es mucho más difícil de lo que los propios ejecutivos habían previsto ya que, además de los retos habituales de la gestión del cambio, los líderes de la sostenibilidad deben presentar un “business case” (¿cómo crea valor económico para la empresa?) en cada propuesta, implicar a una amplia diversidad de stakeholders: gobiernos, ONG y comunidades; y embarcarse con frecuencia en un cambio de sistemas que, si tiene éxito, beneficiará a todos los actores de su industria, incluidos los competidores.
Progresar en los ODS requiere por tanto reforzar las capacidades de liderazgo de los líderes de la sostenibilidad (o “sustainability champions”). La perspicacia estratégica, el dominio de las herramientas prácticas o la acumulación de conocimientos sobre crisis climática y otros problemas sociales serían insuficientes. Para producir el nivel de acción necesario debemos apoyar a esos líderes, motores internos de la acción (y de la inacción), a desarrollar la capacidad psicológica, adaptativa y cultural para trabajar juntos hacia la transformación a que nos invita la sostenibilidad.
Esta constatación motivó el nacimiento del marco de los Inner Development Goals (IDG) u Objetivos de desarrollo interno (en español), impulsado por la IDG Foundation. El marco, incluye cinco dimensiones – ser, pensar, relacionarse, colaborar y actuar- y 23 habilidades y cualidades (“blandas” o más recientemente “power skills”). El desarrollo de esas habilidades prepara mejor a los individuos para impulsar el cambio, captar los recursos internos ya existentes y ayudar a las organizaciones a orientarlos hacia sus esfuerzos de sostenibilidad en curso.
No se trata de un concepto nuevo, existe desde hace tiempo en diversas culturas y sociedades, pero es la primera vez que se considera esencial para abordar los ODS, identificando, comprendiendo y comunicando las aptitudes y cualidades internas que necesitan las personas y las organizaciones para afrontar retos adaptativos como la crisis climática, las amenazas a la biodiversidad y los demás problemas existenciales que representan una compleja mezcla de interdependencias psicológicas, culturales y políticas.
Algunas empresas globales han integrado el marco en su gestión. Ericsson lo hizo parte de su propio proceso de transformación cultural. Novartis vincula los IDG como eje de su iniciativa «Concienciación, resiliencia y transformación de los sistemas sanitarios» que busca crear un espacio único para el diálogo entre todos los actores del sistema.
La UP recientemente se adhirió a los IDG y como parte de la colaboración, integrará el enfoque en los cursos de liderazgo de pregrado y ofrecerá un programa de formación ejecutiva sobre el tema. El camino de los IDG merece ser experimentado porque no hay tiempo que perder.
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