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Leda Pérez: “Todas las mujeres pagan un precio por necesitar flexibilidad en el trabajo”

18 septiembre, 2024

En el marco del Día Internacional de la Igualdad Salarial, conversamos con la investigadora del CIUP, Leda Pérez, quien ha estudiado las problemáticas vinculadas al género, desde la situación que enfrentan poblaciones vulnerables como las trabajadoras del hogar, mujeres migrantes y mujeres de tercera edad. En esta ocasión, Pérez nos brinda una amplia y concisa reflexión sobre las capas de desigualdad que esconde la brecha salarial.

¿Cuáles son las principales razones estructurales que llevan a una mayor concentración de mujeres en trabajos precarios, y cómo influyen las brechas de género en perpetuar estas condiciones laborales?

Hay varios factores que influyen en la concentración de mujeres en trabajos precarios. Para algunas mujeres de ingresos más bajos esto puede estar asociado a niveles inferiores de educación.  En un país como el Perú, que cuenta con una tasa muy alta de informalidad laboral, los tipos de trabajos disponibles para mujeres de menores ingresos se encontrarán en el sector informal donde las barreras de entrada son relativamente bajas, y donde no hay ninguna protección social (acceso a seguros médicos o fondos de jubilación, por ejemplo).  Estos trabajos usualmente se encuentran en el rubro de servicios o de auto empleo, como son los empleos en el sector doméstico y del cuidado. En este sentido, pese a que existe una ley que protege a las trabajadoras del hogar remuneradas en el Perú, esta no ha sido regulada por el Estado, por lo que muchas de ellas obtienen un salario por debajo del sueldo mínimo nacional y/o no gozan de todos los derechos indica la legislación.

Cabe mencionar que para las mujeres con mayores niveles de educación aún existe una brecha de salario con respecto a los hombres. En el Perú, un estudio reciente realizado por investigadoras del CIUP[1]  encontró que la brecha salarial entre hombres y mujeres bordea el 30%.  Esto está vinculado a los descansos que pueden tomar las mujeres en edad reproductiva y a su decisión de pedir mayor flexibilidad en su empleo a causa de dividir su tiempo entre su familia y la administración del hogar.

En el análisis final, tanto las mujeres más pobres y menos educadas, como las mujeres con más recursos y de mayor preparación tienen en común la posibilidad de la maternidad. Ambas pagan un precio por esa realidad. En el caso de las mujeres con menos recursos no pueden salir a trabajar por tener que realizar los quehaceres del hogar y/o de cuidado. Por otro lado, la mujer con mayor nivel adquisitivo tiene que tomar decisiones que afectan su carrera y porvenir a raíz de las expectativas sobre ella en torno a la casa y su maternidad.

¿Cuál es el impacto de la brecha salarial en las trabajadoras del hogar en Perú, considerando que el 43,7% de ellas percibe menos que el salario mínimo?

En un estudio publicado en 2017, encontramos con mi coautor, Pedro Llanos (“Mujeres vulnerables en un país próspero; Un análisis de trabajadoras domésticas del siglo XXI en Perú y recomendaciones para futuras investigaciones”, Latin American Research Review), que las trabajadoras del hogar peruanas recibían un salario que se encontraba por debajo de la mayoría de la población económicamente activa en el país, así tuvieran un nivel educativo de secundaria completo o más alto (ENAHO, 2013).  Se llegó a la conclusión de que, en el caso de este sector laboral, ellas enfrentan lo que podríamos llamar una discriminación interseccional dentro de la cual se les margina a causa de su género, su etnia, procedencia y/o su condición de ser mayormente migrantes internas. Por ende, en la investigación se concluyó que ellas forman parte de una clase laboral particularmente discriminada. 

Promulgada la nueva ley del 2020 (no. 31047), realizamos un estudio con Andrea Gandolfi, publicado este mes de septiembre de 2024 (¿De letra muerta a política funcional? Derechos de las trabajadoras domésticas y «desformalidad» en el Perú, Revista Internacional del Trabajo), donde encontramos que las trabajadoras del hogar peruanas en su gran mayoría siguen sin contar con contratos laborales, a pesar de ser un requerimiento de la nueva ley.  Asimismo, hallamos que no cuentan con el seguro del trabajador que los empleadores deberían asumir, entre otros derechos incumplidos. En este sentido, pese a la nueva ley que supondría proteger este sector laboral, en la práctica muchas trabajadoras domésticas no cuentan con la gama completa de derechos, incluyendo un sueldo que se conforme a la remuneración mínima vital.  En el nombrado estudio encontramos que para el año 2022, según datos del ENAHO, solo 30% de las trabajadoras del hogar a nivel nacional contaban con el sueldo mínimo vital.

El impacto de la brecha salarial, particularmente en el caso de estas trabajadoras, implica un círculo vicioso en las condiciones precarias de trabajo. Una investigación reciente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia evidencia las precarias condiciones de salud de las trabajadoras. Lo cual no genera ninguna sorpresa dado que en nuestro estudio publicado este año constatamos que para el 2022 menos del 20% de ellas estaban cubiertas por el seguro del trabajador.

¿Qué políticas públicas podrían implementarse para reducir la desigualdad salarial en los trabajos ocupados mayoritariamente por mujeres?

Citando a la ganadora del premio nobel 2023, Claudia Goldin, lo que hace falta es que las mujeres no sean castigadas por pedir flexibilidad en el trabajo. En estos momentos, todas las mujeres pagan un precio por la necesidad de pedir flexibilidad en el trabajo, principalmente por los períodos en los cuales se deben ausentar por maternidad, pero también por el vínculo que la sociedad le otorga a la mujer en torno a lo doméstico, la familia y el cuidado. Tenemos que considerar nuevas maneras de productividad de tal modo que las mujeres – 50% de la humanidad– no sigan pagando por tener hijos y por necesitar otra manera de trabajar. Asimismo, tenemos que reconocer y revalorizar el trabajo del cuidado. Por estar asociado históricamente con las mujeres, estas actividades han sido desvalorizadas y consideradas no productivas porque se ven como algo natural y esperado. Pero el trabajo del cuidado no les compete a las mujeres. Por ende, es una labor que tiene que ser redistribuida entre las familias, el mercado, el Estado y la sociedad civil. Es un trabajo de la sociedad en su conjunto.

De tener nuevas políticas y una apuesta social por el cuidado como bien común, se lograría romper el vínculo exclusivo de las mujeres con lo doméstico y el cuidado. Por ende, tendríamos que pensar en nuevas maneras de trabajar, de atribuir valor a las actividades que hacemos en el trabajo y en la casa, y no castigar a ninguna persona por tener que tomar tiempo para cuidar de alguien en su familia – sea mujer u hombre.

 

[1] Vaccaro, Giannina, María Pía Basurto, Arlette Beltrán and Mariano Montoya. 2022. “The Gender Wage Gap in Peru: Drivers, Evolution, and Heterogeneities.” Social Inclusion 10(1):19-34.

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