Economía ambiental

Nosotros y el medio ambiente, por Joanna Kámiche Zegarra

21 mayo, 2025

Artículo de opinión de Joanna Kámiche Zegarra, directora del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP). Este texto fue escrito para el Punto de Equilibrio n°59.

El Perú es altamente dependiente del ambiente. Por un lado y de manera muy visible, como usuarios de los recursos naturales: el 26.9% del Producto Bruto Interno (PBI) se genera por actividades primarias directamente relacionadas con ese tipo de recursos: agricultura, pesca, minería, manufactura primaria, electricidad y agua[1], mientras que el 72.7% de las exportaciones también son de tipo primario[2]. Por otro lado, pero mucho menos visible, es el uso que hacemos del ambiente como receptor de los residuos que generamos a diario. En el país, no contamos con suficientes plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR) que estén operativas y que reduzcan la contaminación de aguas en ríos y lagos, ni logramos una disposición adecuada de residuos sólidos, ya que 79.5% de las municipalidades declaran disponer más del 50% de los residuos que recolectan diariamente en botaderos, en lugar de rellenos sanitarios[3], o, un parque automotor relativamente antiguo, de 13.6 años promedio[4], que implica menor eficiencia en el uso de combustibles, y por ende mayor generación de material particulado, que contamina el aire y genera mayores enfermedades respiratorias. 

El problema es que el no haber tomado en cuenta los impactos en el ambiente como receptor de residuos a lo largo de muchas décadas, ha generado lo que el Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente (UNEP) denomina la triple crisis planetaria: la crisis del cambio climático, la de pérdida de biodiversidad y desertificación, y, la crisis de la contaminación y desechos[5]. Aunque la comunidad internacional está tratando de enfrentar esta problemática desde hace varios años, el último informe de UNEP indica que el 2024 fue un año de éxitos, pero también de estancamiento en los acuerdos mundiales para implementar y financiar mecanismos para luchar contra estas crisis. Como ellos mismos señalan, el “multilateralismo ambiental es a veces desordenado y a veces arduo”[6].  Pese a ello, existe la expectativa de que el 2025 será un año de definiciones para estas discusiones.  

Para aportar a ese esfuerzo mundial, el Perú necesita implementar políticas y estrategias más sostenibles en su relación con el ambiente. Si nos concentramos en la segunda forma de uso, como lugar de disposición de residuos, todos los actores: la ciudadanía, el sector privado, el sector público, y la academia, tienen algo que decir y que hacer. En el caso de los ciudadanos debemos ser más cuidadosos en las decisiones de compra que hacemos, para reducir nuestros impactos: por ejemplo, comprar equipos que sean más eficientes en el uso de la energía o en las emisiones que generan, o comprar productos que tengan menos empaques de plástico. El sector privado debe innovar e invertir en tecnología para también reducir sus emisiones, utilizar una menor cantidad de materias primas en el proceso productivo, utilizar recursos que sean más abundantes y renovables (p.e, bolsas elaboradas con productos agrícolas en lugar de plástico). El sector público debe justamente discutir y aprobar la normativa que facilite la inversión en tecnología por parte de las empresas y que genere los incentivos para el cambio de comportamiento de los ciudadanos (p.e, mayores impuestos para los productos más contaminantes, como el impuesto a las bolsas de plástico, implementado desde el 2019; o el financiamiento de la investigación aplicada);  el gobierno también debe generar y diseminar la información actualizada sobre las condiciones ambientales, cumplimiento de normativa por parte de los distintos actores, entre otros. Desde la academia, se debe generar investigación sobre impactos ambientales en general, y evaluaciones sobre los resultados de las medidas de política implementadas (p.e., el impacto del uso de gas natural en la salud de las personas, en contraposición con el uso de otro tipo de energía en los hogares).

Claramente, estos cambios requieren tiempo y recursos, pero si cada actor se percibe como parte de un proceso, y no como un jugador individual, donde el objetivo final es reducir los impactos ambientales negativos en el mediano y largo plazo, es posible lograr que las acciones de todos converjan hacia un resultado mucho más sostenible para el ambiente. La inversión, financieramente hablando, puede ser más alta hoy, pero nos va a redituar mejores condiciones ambientales en el futuro. Al final de cuentas, solo tenemos un planeta y tenemos que contribuir a su viabilidad en el largo plazo. 

 

[1] BCRP (2024). Marco Macroeconómico Multianual, 2024 – 2027.

[2] BCRP (2025). Nota Semanal N° 15-2025.

[3] INEI (2025). Registro Nacional de Municipalidades.

[4]Asociación Automotriz del Perú (2019). La modernización del Parque Automotor.

[5] UNEP (2025). Unamos esfuerzos ante los desafíos. Informe anual 2024.

[6] Idem, página 6.

Continúa leyendo Punto de Equilibrio n° 59: El Perú que queremos: desafíos pendientes. Consulta aquí las ediciones pasadas de Punto de Equilibrio.

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