Políticas sociales

¿Qué se malogró en el Perú y cómo arreglarlo?, por Javier Albán

21 mayo, 2025

Artículo de opinión de Javier Albán, investigador del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP). Este texto fue escrito para el Punto de Equilibrio n°59.

Tras la lamentable partida del renombrado escritor y pensador liberal Mario Vargas Llosa, muchos hemos recordado en estas últimas semanas la famosa pregunta que Santiago Zavala se hiciese a sí mismo al inicio de Conversación en La Catedral: “¿en qué momento se había jodido el Perú?”. ¿Cuál sería una respuesta prudente a esta pregunta en el 2025? Y si es verdad que el Perú está “jodido”, ¿cómo podríamos salvarlo?

Sobre lo primero, habría que advertir que la pregunta de Santiago contiene una trampa: por cómo está construida, presume implícitamente que, en algún momento previo, el país sí funcionaba bien. Pero que, luego, a partir de cierto momento, todo empezó a empeorar. Esa premisa, sin embargo, está lejos de ser real.

Desde casi cualquier perspectiva, el Perú siempre ha estado ‘jodido’. Así surgió. Dividido. Desigual. Informal. Con miles de retos y dificultades desde el primer momento. Hemos tenido momentos de prosperidad y desarrollo, pero nunca uno lo suficientemente extenso y prolongado como para eliminar la pobreza extrema, desarrollar la infraestructura moderna que un país globalizado requiere, o incluir progresivamente a toda la población en el acceso a servicios básicos como educación, salud y medios de transporte funcionales. Lo más cercano ha sido el período entre 2001 y 2016, en el que por primera vez existió crecimiento económico sostenido en democracia. Lamentablemente, esta etapa fue interrumpida por una crisis política de la que aún no hemos salido.

Para empezar a volver a enrumbar al Perú, entonces, podríamos empezar por reconocer que la mayoría de los problemas importantes no se explican porque haya existido alguien que, en algún momento, destruyó lo que antes era un Estado próspero. Tampoco han sido ‘los caviares’, ni ‘los neoliberales’. Mientras nos sigamos distrayendo en culpar a enemigos ficticios, no lograremos mucho más que alimentar las chances de políticos populistas. Aquellos con discursos divisorios, que se reclaman los únicos representantes legítimos del ‘pueblo’, para después plantear soluciones facilistas que, con el tiempo, terminan creando más pobreza, corrupción y precariedad.

No existe una sola vía para mejorar las cosas, pero no será posible volver a avanzar sin diagnósticos serios y claros sobre qué es lo que explica realmente nuestros principales problemas. La inseguridad no solo ha aumentado por la llegada de extranjeros. Ni desaparecería si únicamente se endurecen las penas (cuando las actuales ni siquiera se aplican). Quienes plantean este tipo de salidas se están quedando en la superficie de un problema mucho más profundo y complejo. No es solo necesario tener ‘mano dura’, sino también inteligencia policial, personal entrenado, equipos adecuados, estudios de casos de éxito de países con problemas similares, y un largo etc.

Por supuesto, es mucho lo que podría y debería hacerse. Pero será difícil que volvamos a avanzar hacia algo mejor si antes no reconstruimos como peruanos la voluntad y capacidad de debatir entre nosotros –no solo entre políticos– cómo es que deberíamos resolver nuestros principales problemas, más allá de nuestras diferencias. Y si no aprendemos a exigir que, al margen de si el camino que terminemos siguiendo es o no con el que estamos de acuerdo, toda decisión pública deba tomarse siempre con base en argumentos. No en sentimientos. Depende de nosotros.

Continúa leyendo Punto de Equilibrio n° 59: El Perú que queremos: desafíos pendientes. Consulta aquí las ediciones pasadas de Punto de Equilibrio.

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