Tras la aprobación de la “contrarreforma” de la educación universitaria, una ley que debilita la institucionalidad de la Sunedu y el trabajo que venía realizando para mejorar la calidad educativa de las universidades peruanas, Omar Manky, profesor del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas, investigador CIUP y coautor, junto a Noelia Chávez, del libro “Universidad y Política en el Perú: Un siglo de mitos, proyectos y fracasos” (Planeta), analiza el impacto de esta medida en la educación universitaria peruana.
¿Cuál es tu perspectiva sobre el escenario actual de la educación superior en el país?
Deprimente, porque si hacemos un balance de los últimos 10 años, lo que tenemos es una serie de ataques a lo que venía siendo cierta institucionalización de lo que debería ser la educación superior en términos de reglas y criterios para mejorarla. Estos ataques se han manifestado con más fuerza en los últimos dos años, donde, más allá de quién estuvo a cargo de la Presidencia, hubo diferentes propuestas desde el Congreso que han acabado desmantelando lo que hizo la reforma universitaria.
¿Consideras que el retroceso en la reforma universitaria es el peor escenario para la educación superior peruana o podría empeorar?
Siempre podemos caer más bajo. Pero lo que tenemos es bastante malo. Se hizo el esfuerzo de tener una ley universitaria y menos de 10 años después, lo que ha logrado finalmente el Congreso es cambiar la estructura del Comité de la Superintendencia. Esto ha generado denuncias respecto de elecciones de Rectores en universidades públicas, respecto de la cercanía de personajes con universidades sin licenciamiento cerca de jefes en Sunedu, lo cual hace pensar que podría abrirse espacio a estas universidades que no merecían el licenciamiento; y tenemos también permisos para que puedan simplemente abrirse carreras sin tener que pasar por el criterio de demostrar que podían generar educación de calidad.
Esto me lleva a pensar en la universidad cuya fachada simulaba ser un edificio, pero en realidad era solo una pared…
Sí. Sunedu trató, con sus límites, de cambiar eso y mostrar qué es lo que había detrás. , Lo que hemos tenido ahora en los últimos dos años es algo así como aceptar que esto se puede volver a hacer, dándole poder a actores privados y públicos. Porque no solamente se trata de universidades privadas aprovechándose del sistema, sino también de algunas autoridades de universidades públicas buscando, con el pretexto de la autonomía, tomar decisiones con mayor arbitrariedad, no solamente frente a la sociedad, sino incluso frente a la comunidad universitaria. Por ejemplo, esto pasó hace apenas una semana con la Universidad de Jauja, que se quería crear a costa de expropiar terrenos a universidades como la Agraria y San Marcos. Es la lógica de ver la universidad como un botín que me da poder o dinero, no como algo que sirve para construir ciudadanía y mejorar la formación profesional de las personas.
¿Cuál será el impacto en los universitarios y futuros egresados cuando estén en búsqueda de trabajo?
Ya antes de la ley universitaria, sabíamos que los estudiantes de las universidades que posteriormente no lograron el licenciamiento tenían muy pocas posibilidades de insertarse en el mercado formal y encontrar buenos puestos de trabajo. Ya había evidencia. Es probable que ahora volvamos a eso. Sunedu fue un paréntesis y ahora volvemos a estas dinámicas, donde finalmente los más perjudicados son las personas con menos recursos. Sin duda alguna, las universidades más prestigiosas probablemente no pierdan la brújula y mantengan estándares de calidad porque quieren ser competitivas a nivel internacional. Pero estos otros espacios se van a permitir seguir cobrando mensualidades bajas para no ofrecer salidas a sus estudiantes.
En el marco de tu libro "Universidad y política en el Perú. Un siglo de mitos, proyectos y fracasos", ¿cuáles son los mitos más arraigados y cuáles son los fracasos que nos afectan hasta el día de hoy?
Nuestro libro intenta relatar diferentes ideales de Universidad en el último siglo y se divide en tres secciones. La primera trata la gran reforma universitaria, la reforma de Córdoba (1919), que en el Perú comenzó en San Marcos y marcó buena parte de nuestra historia. Tiene como mito crucial la idea de autonomía universitaria y de democracia al interior de la universidad para formar a ciudadanos y cuadros profesionales. Este es el primer gran mito que fracasa pronto debido a la intervención del Estado en las universidades, que eran espacios de lucha por la democracia en medio de los gobiernos autoritarios de la primera parte del siglo XX.
Luego marcamos un segundo periodo, a mediados del siglo XX, donde el mito va a ser el de la universidad como foco revolucionario. Ella va a ser vista como un espacio eminentemente político desde una perspectiva partidaria. Este mito va a generar narrativas radicales dentro de la universidad y proyectos que en muchísimos casos acaban siendo autoritarios.
Frente a la radicalización e hiperpolitización, en los 90s, aparece el mito del mercado como gran solución, lo que va a permitir el lucro dentro de las universidades y que termina en otro fracaso. Esto resulta en universidades privadas que, a cambio de pensiones baratas, prometen darte un título y un nivel de calidad que no suma a tu preparación. Mientras, muchas universidades públicas se quedan mal financiadas, a la deriva. Este mito intentó resolverse con la reforma universitaria que ponía condiciones básicas de calidad. Pero esta idea impulsada por grupos muy pequeños de la sociedad civil y algunos tecnócratas no fue del todo asumida y menos defendida por gremios estudiantiles, de docentes ni sindicatos.
Hablando de la hiperpolitización, el segundo mito, mencionas que el vínculo entre política y universidad es determinante. ¿Cuáles han sido los mayores efectos que han tenido las decisiones políticas en las universidades?
En el libro identificamos una doble relación entre política y universidad. Por una parte, notamos que la universidad es crucial para la sociedad porque es casi imposible encontrar personajes políticos que no hayan estado en algún momento muy atados a la vida universitaria. Tienes docentes de tiempo completo, como Fernando Belaúnde; dirigentes universitarios que se forman como políticos, como Haya de la Torre; figuras como el líder terrorista Abimael Guzmán, quien fue profesor y funcionario universitario; Alberto Fujimori, que fue presidente en la Asamblea Nacional de Rectores; y César Acuña, que es dueño de una universidad.
Si la universidad es tan importante, cuando esta queda sin la posibilidad de ser un espacio de calidad, de discusión democrática, donde personas con diferentes visiones se puedan encontrar y pensar un país inclusivo, pues no tenemos clase dirigente que pueda mapear qué hacer por el bienestar de todos. Creo que parte de nuestro fracaso tiene que ver con eso: nuestra crisis se origina con lo que formamos.
El otro camino tiene que ver con el efecto que tienen las reformas que el Estado plantea sobre las universidades. Pensemos en los efectos positivos de la reforma de 2014 en la producción científica y que, ahora, a partir de los efectos de control de reforma, se podrían desinflar.
¿Cuáles son los principales retos que las universidades van a afrontar en adelante y qué medidas serían necesarias para caminar hacia la calidad educativa? ¿Todavía estamos a tiempo?
No cabe perder la fe, así que solo queda creer que estamos a tiempo, pero no hay algo así como una receta mágica. Es fundamental que los actores interesados puedan movilizarse y pensar colectivamente en los retos que enfrentan. Estos son actores de la sociedad civil como federaciones o gremios estudiantiles de universidades privadas y públicas. Además, organizaciones de docentes que puedan pararse frente a este esfuerzo de contrarreforma o rectores que puedan hacer notar cuáles son los problemas en el corto y mediano plazo.. Es prioritario discutir en clave del bien común, en clave política, pero en el mejor sentido de la palabra. Nos pasamos toda la pandemia diciendo que sin ciencia no había futuro. Lo visto este año debería dejar claro que sin políticas adecuadas no hay ciencia.
Finalmente, ¿qué podríamos esperar para el sector Educativo en el marco de Fiestas Patrias?
La palabra en la que suelo pensar cuando pienso en estos temas es “democracia” en su sentido más amplio, en su sentido original. La posibilidad de que las personas puedan decidir y controlar quién los gobierna. Parece obvio, pero creo que cada vez lo es menos en este país. Podemos observarlo en la manera como se toman decisiones en el Congreso y en la manera en la que se prohíbe y se criminaliza la movilización o la protesta, a veces cerrando universidades o ingresando a reprimir a ellas. Se puede ver también cuando se diseñan leyes y el discurso es "yo sé que es lo mejor para ti". A pesar de que lo que debería ocurrir es preguntarle su opinión a la población a la que le afectará la decisión. Creo que cada vez más hemos renunciado a eso y hemos aceptado que debe tomarse la decisión de acuerdo con quien más paga. Entonces, es fundamental identificar que estamos frente a una crisis enorme en ese plano y que la discusión debería intentar rescatar los pocos vínculos que tengamos para tratar de salvar las instituciones democráticas que quedan. Quiero pensar que las universidades, al menos algunas de ellas, son estas instituciones.
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