Discriminación social Educación superior y empleo

El cuidado que nos une, por Leda Pérez

27 febrero, 2023

Este artículo de opinión de Leda M. Pérez, profesora del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Pacífico e investigadora del CIUP, fue redactado para el boletín Punto de Equilibrio n°35.

Sin una valorización del cuidado, no hay democracia. Esta es mi convicción desde hace años a partir de mi experiencia como académica, y también como hija.

Mi investigación de casi una década documenta la desvalorización del trabajo en el cuidado como algo que se da por sentado y que, por tanto, suele ofrecer bajos sueldos y escasas protecciones sociales. También resalta la estigmatización persistente dirigida a las mujeres que ejercen esta labor, tengan remuneración o no. Asimismo, como hija de una adulta mayor que requiere de cuidado las 24 horas al día, mi conclusión es contundente: es imposible que contemos con un fin de vida digno sin la intervención humana de cuidadores sensibles y capacitados en este oficio.

Con base en ambas experiencias, puedo afirmar que el dar y recibir cuidado -contar con el apoyo necesario para vivir dignamente en diferentes etapas del ciclo vital- es un eje de la democracia, si entendemos esta como un sistema que sienta las bases para una vida sana, permitiendo así la activa participación ciudadana, y el pleno ejercicio de derechos. En este sentido, su evidente corolario es que las personas que brindan este cuidado son también sujetos de derechos: iguales políticos frente a la ley.

Al final de este mes de marzo, se clausurará la muestra, “El valor del cuidado”, con una conmemoración del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Al inaugurar la exposición en noviembre del 2022, ofrecimos una visita guiada para el público en general, donde también participaron muchas de las mismas trabajadoras del hogar y de cuidados que entrevistamos para el estudio que dio vida a dicha exhibición. Desde entonces, alumnos en mis cursos han visitado el espacio y discutido conmigo acerca de los derechos sociopolíticos de estas trabajadoras en el Perú. A veces comenzamos con la última pared de la muestra, donde encontramos una línea de tiempo que da cuenta de la evolución de las leyes en perspectiva comparada entre los tres países que estudiamos: Bolivia, Perú y Uruguay. Cuando miramos el caso del Perú, al igual que el de Bolivia, llama la atención uno de los artículos de la ley, notando la responsabilidad de los empleadores de asegurar para estas trabajadoras un trato digno dentro de su espacio de trabajo y de vivienda. Le pregunto a mis alumnos por qué resulta necesario enfatizar esta responsabilidad. Y alguno de mis estudiantes más perspicaces me contestan, “porque la realidad es que no cuentan con la garantía de un buen trato”. Exacto.

No es casualidad que las personas que hacen este trabajo son en su casi totalidad mujeres andinas o afrodescendientes, además de ser mayormente migrantes, de bajos ingresos, y sin estudios superiores. El trabajo doméstico y de cuidados está vinculado a las mujeres, y entre ellas, a las más marginadas desde los inicios de la colonia. Mujeres que fueron jerarquizadas dentro del sistema de la encomienda y posicionadas -desde entonces- en roles de los cuales estamos tratando de escapar hasta ahora. Dentro de ello, la idea de que es la mujer la que debe asumir el papel de cuidadora de cosas y de personas, y de que ese trabajo no merece ni buena paga, ni buen trato, es entre las más difíciles de cambiar.

En este sentido, la muestra hace hincapié en la idea del cuidado como algo que requiere de nuestra atención y estima. No solo porque es lo correcto, sino también porque el servicio brindado –desde el cuidado de la casa, de un niño, o un adulto mayor– es esencial para nuestras vidas en sociedad y para la calidad de nuestra democracia. No es por coincidencia que en los países más democráticos se afirman y valoran cada vez más estos servicios. Lamentablemente, pese a una nueva ley que ahora estipula una plena gama de derechos para trabajadoras del hogar y las cuidadoras que entran dentro de ese régimen laboral, en el Perú falta aún un compromiso sociopolítico pleno para su cumplimiento.

Hace poco, convocamos a un grupo de trabajadoras del hogar peruanas que habían participado en nuestro estudio para brindarles un taller de auto-percepción y valoración, en realidad un pago que les hace la Universidad por haber contribuido a nuestra investigación con sus testimonios. Trabajaron con una facilitadora que les proporcionó una mañana amena de reflexión y sororidad. Si duda, espacios como estos son importantes para estas trabajadoras. Les hace saber que no están solas; que hay otros actores, desde casas de estudio como la nuestra, hasta las ONGs, el movimiento sindical y otros colectivos que apuestan por sus derechos.
Sin embargo, se necesita aún más. Es hora de una reflexión más amplia sobre el valor de las personas que nos dan la mano cotidianamente en la salud y en la enfermedad; en la niñez y en la vejez. Es una tarea que compete tanto al Estado como a la sociedad en su conjunto. Estamos de perder si no actuamos.

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