Políticas sociales

Beneficios de los programas de apoyo y cuidado para niñas y niños, por Alberto Chong y José Mendoza

28 marzo, 2022

Columna de opinión del profesor del departamento de Economía, Alberto Chong, y José Mendoza (Instituto de Estudios Peruanos) para el Espacio de Reflexión del boletín Punto de Equilibrio n°24.

El siguiente artículo se realiza a título personal y no refleja necesariamente la opinión institucional de la Universidad del Pacífico.

La actual reapertura de los servicios educativos en el país[1] es un caso que ejemplifica un escenario en donde las madres, padres u otros responsables del hogar aumentan su nivel de autonomía, en especial durante el espacio de tiempo dedicado previamente en encierro a la ayuda y guía de los menores de edad del hogar a lo largo de su educación virtual. Este “nuevo” escenario permite repensar las costumbres construidas durante el encierro. Así, la mayor disponibilidad de tiempo, en particular, durante las mañanas que puede ser usada para actividades educativas, laborales o para la distracción. Este alivio para las y los responsables de los hogares representa solo un caso patente y actual de lo que puede generar un cambio institucional o algún programa público o privado sobre la calidad de vida de las personas, en especial sobre las potenciales nuevas opciones laborales o educativas que encuentren.

Bajo esta perspectiva, la implementación de programas de apoyo al cuidado de las y los niños abre nuevas oportunidades laborales, educativas o recreacionales para los cuidadores, en especial cuando la madre tiene mayor carga sobre el cuidado del menor. Este tipo de estrategias de ayuda al cuidado se da en un contexto de aumento de la participación laboral de la mujer que coincide con un estancamiento en el tiempo dedicado por ellas al trabajo doméstico (Berniell et al 20201).

Así, el acceso igualitario al mercado laboral por parte de las mujeres no tiene porqué implicar necesariamente un aumento en su carga doméstica o un empeoramiento de su bienestar. Al contrario, el trabajo puede ser una herramienta de empoderamiento de la mujer y una posibilidad de realización de sus objetivos. En términos sociales, el ingreso laboral de la mujer puede fomentar el crecimiento económico y puede ser un punto vital para coordinar distintas políticas de lucha contra la pobreza, considerando que los hogares liderados por mujeres se encuentran desproporcionadamente concentrados en los quintiles más pobres de América Latina.

Desde la política pública nacional, el Servicio de Cuidado Diurno (SCD) dentro del Programa Nacional Cuna Más (PNCM) funge como uno de los programas sociales principales para “mejorar el desarrollo infantil de niñas y niños menores de 36 meses de edad en zonas en situación de pobreza y pobreza extrema para superar las brechas en su desarrollo cognitivo, social, físico y emocional”[2]. Dentro del SCD, las niñas y niños son atendidos por cuidadoras voluntarias reclutadas y gestionadas desde la comunidad, brindando atención en sus necesidades básicas de salud, nutrición, protección, afecto, descanso, juego, aprendizaje y desarrollo de habilidades[3].

Esto abre la posibilidad de preguntarse cómo el SCD puede permitir mejorar la capacidad de realización de las mujeres a través de su participación en el mercado laboral. En el estudio previo de Boyd y Rentería (2018) se encuentra cierta correlación positiva entre la presencia del SCD y mayor probabilidad de estar ocupado en algún trabajo. Incluso estos potenciales efectos del SCD salen del ámbito laboral de la mujer y pueden lograr mejorar el desarrollo infantil de las niñas y niños asistentes (Guerrero y León 2017, Araujo et al 2017).

Nuestra investigación trabaja sobre los hallazgos previos buscando explotar no solamente los datos disponibles de manera innovadora sino también busca usar métodos robustos a las nuevas críticas presentes en la literatura de la estadística causal. Dado que los distritos beneficiarios del SCD son elegidos por una serie de criterios de desarrollo establecidos por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDS), no es posible establecer que los cambios (o la ausencia de estos) observados en la condición laboral de la mujer sean necesariamente atribuibles a la presencia del servicio o que estos dependen de las condiciones previas del contexto del distrito. Ante esto, siguiendo a Callaway y Sant’Anna (2020) proponemos comparar las características de las mujeres dentro de distritos con SCD contra las mujeres presentes en los años previos en que estos distritos aún no recibían el SCD considerando que solamente los distritos urbanos[4] y  focalizados por el MIDIS están dentro del pool de distritos de análisis. Esto permite garantizar cierta homogeneidad en las características de las mujeres dentro del análisis incluso si tienen algún rasgo relevante no registrado dentro de las encuestas. 

De manera específica, parte de nuestra investigación toma como fuente de información a la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO). Esta encuesta permite identificar la condición laboral de la mujer. La tabla 1 presenta el efecto encontrado sobre una persona que vive en un distrito con SCD. En general, la introducción de este servicio disminuye la probabilidad de trabajar en las personas del distrito con edades entre 12 y 49 años en menos de 1 punto porcentual. A pesar de que este efecto negativo sea pequeño, al segmentar a las personas por su rango de edad se encuentra que este cambio negativo en la probabilidad es mayor que 11 puntos porcentuales en menores con edades entre 12 y 17 años. 

Incluso al diferenciar a las personas por su sexo, el cambio negativo en la probabilidad de no estar ocupado salta a más de 15 puntos porcentuales en niñas y adolescentes con edades entre 12 y 17 años, Tabla 2.

Este conjunto inicial de hallazgos puede caracterizarse por dos cosas: en primer lugar una ausencia de efectos tanto en la población general como en la población jóven, que potencialmente puede aliviar su carga de cuidado para dedicarse a otras actividades; y, en segundo lugar, que el efecto significativo se concentra en una población que, de manera ideal, no debería entrar en la compleja decisión de trabajar o cuidar a un menor, siendo menores ellas en especial. El primer resultado es coherente con el trabajo de Boyd y Rentería (2018), lo que sugiere que el servicio puede que no sea lo suficientemente grande y diverso (incluso espacialmente diverso dentro del distrito) como para abarcar a una población potencialmente usuaria lo significativamente grande. El segundo resultado puede sugerir que la disponibilidad de servicios de cuidado permite que las niñas y adolescentes menores de edad retomen actividades propias de su edad, como educarse o simplemente distraerse en general. 

Esto no significa que la estrategia del SCD no sea tajantemente beneficiosa para la mujer en su proceso de realización mediante el trabajo. En cambio, abre la posibilidad de poder extender la capacidad y cobertura del SCD para evaluar de manera experimental los otros potenciales efectos que puede tener en la población. Incluso permitiendo que una expansión del servicio sea incluida de manera formal como parte de un paquete amplio de políticas que de manera conjunta luchan contra problemas sociales puntuales como la presencia de pobreza, el desarrollo de capital humano mediante la educación o la generación de empleo formal.

[1] https://www.gob.pe/institucion/minedu/noticias/590136-el-64-de-escolares-volvieron-hoy-a-las-aulas

[2] https://www.gob.pe/programa-nacional-cuna-mas

[3] https://www.cunamas.gob.pe/index.php/cuidado-diurno/

[4] De acuerdo con el criterio de estratificación del INEI, un distrito urbano tiene de 2000 a más habitantes.

Lee también Punto de Equilibrio n°23: Violencia de género: la otra crisis en el Perú. Consulta aquí las ediciones pasadas de Punto de Equilibrio.

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