La vicerrectora de investigación de la Universidad del Pacífico e investigadora del CIUP, Arlette Beltrán, analiza el profundo impacto que ha tenido la pandemia en la brecha de género y brinda una serie de medidas concretas para avanzar hacia un país más equitativo.
El Perú del 2020 ocupó la posición 62, de 156 países, en el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial, lo que evidencia una brecha promedio de casi 30 puntos porcentuales entre hombres y mujeres, en actividades económicas, educación, salud y empoderamiento político. Uno de nuestros peores resultados se observa en el indicador de equidad salarial (donde obtenemos la posición 129 del ranking), a pesar de que en la última década se han experimentado avances en materia educativa, pero que no se han traducido en mejoras para la mujer dentro del mercado laboral.
Así, durante la última década, la brecha de género ajustada (que compara dos individuos de distinto género con características similares) ha oscilado alrededor de 15%: en igualdad de condiciones en cuanto a horas trabajadas, educación, sector de trabajo y ocupación, una mujer percibe un salario 15% menor al de un hombre. También se observa un diferencial importante en la participación laboral de 21% en favor de los hombres, así como en la ocupación de posiciones gerenciales, 56% inferior para las mujeres (INEI, 2020; WEF 2021).
Los años de la pandemia han sido especialmente complicados para las mujeres
Estudios recientes encuentran un efecto negativo más pronunciado en el empleo y salario femenino (Alon et al., 2020; Collins et al., 2020), debido a la mayor presencia de la mujer en los sectores más afectados por la COVID-19, y al incremento en la carga doméstica durante los períodos de cuarentena, que ha recaído especialmente en las mujeres. En el Perú, durante el aislamiento social, los hombres declararon haber dedicado, diariamente, 3.6 y 4.1 horas más a labores domésticas y de cuidado, mientras que las mujeres sostuvieron que fueron 4.1 y 4.9 horas diarias adicionales, respectivamente (IPSOS-MIMP, 2020).
La participación en la PEA se redujo fuertemente en el 2020, mejorando durante el 2021. No obstante, la brecha de género de 16 puntos porcentuales se mantuvo intacta. Asimismo, existe consenso en afirmar que las mujeres tendrán mayores dificultades que los hombres para conseguir o mantenerse en un trabajo. Esta percepción se acentúa si se trata de mujeres embarazadas o con hijos (IPSOS-MMP, 2020).
Cerrar las brechas económicas de género permite reducir la vulnerabilidad económica de las mujeres, disminuir su exposición a contextos de violencia de género, inducir el cierre de las brechas en salud y protección social, y aumentar la representación política de las mujeres.
Para lograrlo es importante contar con el concurso del sector público y privado y de la ciudadanía como un todo, concentrando esfuerzos en medidas muy concretas como:
- Establecer un sistema nacional de cuidado con corresponsabilidad de todos los actores.
- Promover la redistribución equitativa de las labores de cuidado y del hogar entre hombres y mujeres.
- Plantear esquemas de trabajo con horarios flexibles y modalidades de empleo desde el hogar, en condiciones adecuadas.
- Fiscalizar las políticas salariales a fin de asegurar la misma remuneración por el mismo tipo de empleo.
- Diseñar políticas para favorecer el empleo entre mujeres y el acceso a nuevas oportunidades en sectores económicos más productivos.
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